miércoles, 4 de octubre de 2006

Eres una bestia, Viskovitz

Según parece el libro al que pertenecen los dos relatos con más éxito de la Lectura de Cuentos es casi imposible encontrarlo en español.
Se llama "Eres una bestia, Viskovitz" del ruso Alessandro Boffa.
Lo han encontrado en inglés, alemán, francés, italiano y catalán pero en español esta agotada la edición.
Así que nos tendremos que conformar con esta transcripción que he conseguido en soctolkien.
Merece la pena leerla o mejor aún escucharla si la lee Eirien con la voz llena de cachondeo y una Elwing resbalándose de la silla en un ataque de risa en segundo plano.
Disfrutadla.

ESTÁS PERDIENDO LA CABEZA, VISKOVITZ


–¿Cómo era papá? –le pregunté a mi madre.

–Crujiente, un poco salado, rico en fibra.

–Quiero decir antes de comértelo.

–Era un mequetrefe inseguro, angustiado, neurótico, un poco como todos vosotros, los machitos, Visko.

Me sentía más cercano que nunca a aquel genitor al que no había llegado a conocer, que se había descompuesto en el estómago de mamá mientras yo era concebido. De quien no había recibido calor, sino calorías.
Gracias, papá, pensé. Sé lo que significa, para una mantis macho, sacrificarse por la familia.

Me detuve un instante, en grave recogimiento, ante su tumba, es decir, ante mi madre, y entoné un miserere.

Al poco rato, como pensar en la muerte nunca dejaba de provocarme una erección, consideré llegado el momento de reunirme con Ljuba, el insecto al que amaba.
La había conocido más o menos un mes antes, en el matrimonio de mi hermana, que por otra parte era también el funeral de mi cuñado, y había quedado prisionero de su cruel belleza.
No habíamos dejado de vernos desde entonces. ¿Cómo había sido posible? Dios me había bendecido con el don más apreciado por nosotros, los mantis: la eyaculación precoz, condición indispensable de cualquier historia de amor que aspire a no ser efímera.
La primera semana había perdido sólo un par de patas, las raptatorias, la segunda el prototórax con sus anexos para el vuelo, la tercera...

–¡No lo hagas, Visko, por amor de Dios! –empezaron a gritarme mis amigos Zucotic, Petrovic y López, encaramados en las ramas más altas.

Para ellos la hembra era el demonio, la misoginia una misión. Desde la metamorfosis sufrían algún tipo de desviación o disfunción sexual, habían adoptado los votos del sacerdocio y se pasaban todo el santo día mascando pétalos y recitando salmos. Eran muy religiosos.

Pero no había oración que pudiese detenerme, no ahora, que oía el gélido suspiro de mi amada, el sombrío rumor de sus membranas, su fúnebre y burlona sonrisa. Me moví frenéticamente en dirección a aquellos sonidos, con la única pata que me quedaba, apoyándome en mi erección, esforzándome por llegar a visualizar la gloria de sus formas, ahora que no podía verlas porque ya no tenía ocelos, ahora que no podía olerías porque ya no tenía antenas, ahora que no podía besarlas porque ya no tenía palpos.

Por ella había perdido ya la cabeza.


BEBE Y OLVIDA, VISKOVITZ


–Papá, quiero dejar de beber.

–No digas tonterías, Visko, eres una esponja.

–¿Qué significa eso? ¿Que tendré que estar toda la vida colgado de este escollo filtrando y removiendo agua, como si fuera un vegetal?

–Eres un vegetal, Visko, o por lo menos un zoófito. Qué cosas dices...

Estaba desesperado. Todos mis intentos por formarme una vida natatoria y perseguir ideales fallaban. ¡Ah, si hubiese tenido músculos para llegarme hasta la esponja calcárea a la que amaba y fundirme con ella en un único sycon! ¡Ah, si hubiese tenido ojos para mirarla, boca para decirle que la amaba!

Lo único que conocía de mi amada era el perfume azoado que me traía la corriente. A aquellas partículas en suspensión les había dado una forma, poros y un nombre: Ljuba.

La única forma de coronar nuestra historia de amor hubiera sido alcanzarla con algún espermatozoide, pero la corriente siempre se los llevaba en la dirección opuesta, hacia mi mamá, mis hermanas, mis abuelas, creando todo tipo de embarazo familiar y de complicación genealógica.
La situación se había hecho aún más equívoca a causa de los periódicos cambios de sexo que nosotras, las esponjas hermafroditas, nos teníamos que chupar.
Para mí no era fácil aceptar el hecho de que mi padre fuese la mujer de su madre, que su hija, es decir, mi hermana, fuese su abuelo y que su abuela fuese también su hermano, es decir, mi tío.
Aquellas relaciones resultaban todavía más morbosas debido al amontonamiento de cuerpos: era difícil saber dónde acababas tú y empezaban los parientes cercanos.
Y no era fácil desarrollar una personalidad sana cuando los divertículos de tus cámaras flageladas estaban compartidos con una madre invaginante, hermanas incestuosas y un padre bisexual.
Cuando los únicos rasgos anatómicos sobre los que podías formarte una identidad eran la cavidad atrial y el orificio del ósculo.

El mayor drama de ser un vegetal era la imposibilidad de suicidarse. La ventaja de ser una esponja era la posibilidad de beber para olvidar.

Rogaba para que sucediera algo. Un movimiento telúrico, un desastre ecológico, que me ayudase una sepia, algo. Y por fin algo cambió. La corriente. ¡Cambió de dirección y me proporcionó por fin las condiciones necesarias para fecundar a la esponja a la que amaba! ¡Oh! Estaba eufórico, arrobado. Enseguida pensé en fabricar mis
espermatozoides en gémulas y empezar a practicar el tiro al blanco.

Pero no los encontré.

–¡Papá –chillé–, soy estéril!

–No eres estéril, Visko, eres hembra, como yo.

Me sentí desfallecer. ¿Cómo se podía tener tan mala suerte? Hembra. ¡Y entretanto Ljuba se había convertido en macho y sus eyaculaciones no podían alcanzarme, porque ahora era yo quien estaba a contracorriente!

Al dolor se unió la burla, y empezaron a lloverme encima los espermatozoides de mamá, de mis hermanas, de mis abuelas...

–¡Maldición –juré–, maldición!

Hasta mi hija me había dejado embarazada.

Era la suegra de mí misma, maldita sea, ¡¡¡la suegra de mí misma!!!

Aunque quizá sea para bien, suspiré. Quién sabe si así evitaré empezar a odiar a la nuera que hay en mí. Quién sabe, puede que así mi infelicidad acabe por hacerme feliz.

5 comentarios:

keleb-dûr dijo...

jejeeje yo lo tengo!!!chincha rabiña!!!! nada, nada, si no se encuentra habrá que irlo leyendo poco a poco en todas las lecturas.

por cierto, puedes enlazar a Toni, que por fin se ha animado a escribir en el blog; a ver lo que le dura, porque lo tenía desde hace un montón y nunca escribía nada.

Me voy a dormir, que mañana madrugarnos para casarnos por el banco, hasta que la hipoteca nos separe.

Ilmendil dijo...

A ver si hay suerte ninia.
Nosotros salimos hoy para Cádiz.
Ya lo veo venir...me voy a hartar de llorar. ^^

Hasta el domingo.

Anónimo dijo...

jops pues vaya rollo, yo me lo iba a comprar... na, habra que descargarselo por la mula e ir imprimiendolo poco a poquito en el trabajo de Nacho jejejeje

Muchas enhorabuenas a Keleb-Dur y a Fingolfin por su boa y a Paco y su novia (que no me acuerdo del nombre)

Carol, con sueñito

Anónimo dijo...

Hola Ilmendiiiil!! El texto ese era buenisimo, despertó a todo el mundo del sueño. Sobretodo a mi, que me tiré un buen rato riendome!!.
Pues eso, te felicito por todo!! ojala estés mucho tiempo asi de buena racha. Un beso wapa!.

Anónimo dijo...

Actualiza leñes!!!! XDDDDD Háblanos de la boa en Caí y de la absenta!!!! que quiero ver las afotos (con lo que nos costó encontrar un "fondo neutro") XDDDD

Olatz